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Los sueños que se ahogan en el mar

Cuando Motinio Greham tenía 18 años de edad, su principal sueño era continuar la universidad para convertirse en maestro. Sin embargo, la falta de comida y medicinas en casa lo obligó - al igual que a muchos hijos mayores en la Mosquitia– a tomar la decisión más importante de su vida: lanzarse al mar.

Trabajó 15 años como buzo. En aquel tiempo la langosta era abundante. Cada doce días pescaba unas 200 libras de mariscos que le garantizaba lo básico. Entre risas recuerda que cada vez que se metía al mar sentía miedo; porque abajo le tocaba luchar contra la langosta que no quería ser pescada y contra tiburones que nadaban cerca de él.

Miskitos en balsa

Pero el miedo más grande que sentía era que llegara el día donde sufriera el Síndrome de Descompresión. “Si eres buzo no debes tener miedo, pero es imposible no sentirlo”, dijo Motinio a Radio Progreso en la sede la Asociación de Buzos Miskitos Lisiado, donde realiza un trabajo voluntario de secretario.

Hoy, Motinio tiene 43 años edad. Es padre de 7 hijos. No escucha con su oído izquierdo y al caminar lo hace como si anduviera en estado de ebriedad. La lesión por el Síndrome de Descomprensión afectó su cabeza.

Durante la pesca, los buzos se levantan a las 5 de la madrugada para hacer la primera jornada. La sumersión dura entre 4 a 6 horas. Al mediodía tienen un promedio de 30 minutos para almorzar y otros 30 para llenar de oxígeno los tanques.

Personas en lancha camino a la mosquitia

El poco tiempo para comer hace que vomiten dentro del mar, provocando un reflujo crónico y en algunos casos gastritis, dice Motinio, quien ahora sufre de problemas estomacales que complican su estado de salud.

“Abajo todo es una competencia”. Recuerda que algunos buzos prefieren pescar en pareja para cuidarse, pero otros lo hacen solos, porque así no tienen que compartir el producto que encuentran en las profundidades.

Personas en lancha camino a la mosquitia

Como secretario de los buzos lisiados señala que la falta de responsabilidad de las empresas y del Estado incapaz de frenar esta situación, les motivó a interponer una demanda ante el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, sin embargo, 16 años han pasado y esa denuncia no ha prosperado.

A pesar de su discapacidad Motinio sigue trabajando para que las voces de su pueblo se escuchen y para que ningún miskito tenga que ahogar sus sueños en el mar.

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