Su rostro demuestra cansancio, refleja más de los 42 años que tiene en la actualidad. Ese agotamiento es el resultado de la difícil vida que le tocó al nacer en uno de los departamentos más pobres de Honduras, uno de los países más pobres de América Latina.
Maribel Wilintón Martínez es originaria de la Moskitia. Vive junto a sus 5 hijos en Barrio Casa Sola, Puerto Lempira, cabecera departamental de Gracias a Dios. El hambre y el abandono gubernamental han sido sus acompañantes diarios.
Si las fuentes de empleo en la Moskitia son escasas para los hombres, únicamente pueden ser buzos, para las mujeres la realidad es mucho más compleja. Son obligadas a vivir de los pocos ingresos que sus padres, hermanos o esposos brindan al hogar. Lograr un trabajo es imposible, con suerte se conseguirá limpiar alguna casa, lavar ropa o cualquier otra actividad doméstica. Los salarios no pasan de los 100 lempiras diarios, 4 dólares.
La muerte de su esposo bajo el mar, como miles de miskito que pescan langosta y otros mariscos, la dejó en el abandono total junto a sus 5 hijos. Diez años han pasado desde entonces, y la empresa para la cual laboraba nunca se hizo responsable, una indemnización o apoyo económico no llegaron.
La necesidad de llevar comida a sus hijos hace que diariamente Maribel salga temprano de casa buscando lavar ropa o hacer limpieza, con suerte logrará llevar algo de comer, sino la noche para ella y sus hijos será larga. El hambre agobia.
Maribel tiene la fe que sus hijos estudien. La mayoría está en la escuela, sueña que ellos salgan de la Moskita, que sea profesionales que pueden vivir con la oportunidad de comer 3 veces al día. Para que eso suceda sabe que debe rebuscarse la vida entre las calles de Puerto Lempira, prefiere eso que abandonar a sus pequeños, ellos son su alegría y esperanzas, que al algún día su realidad será distinta.
