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“Sumergirse al mar es la única opción”

La noticia del naufragio de la embarcación langostera que cobró la vida de 34 buzos misquitos, el 03 de julio de 2019, ya desapareció de la agenda nacional, pero en la vida de las familias de las víctimas la herida sigue abierta. Sangra al recordar que sumergirse al mar es la única opción para alimentar a sus hijos e hijas.


Una tarde lluviosa del mes de julio, con la mirada fija en las aguas alborotadas de la laguna de Caratasca en Puerto Lempira, encontramos a Jimmy. Un miskito de 45 años de edad, quien sobre sus hombros cargaba una bolsa típica con cuadernos y libros en su interior. Es maestro de profesión, originario del pedacito de tierra que se ve cruzando la laguna – Cauquira-.

Después de cada jornada de clases en el centro básico Ramón Rosa, Jimmy Gonzáles acostumbra sentarse frente al malecón. La brisa fresca que proviene de la laguna lo conecta con su comunidad, y con el dolor que vive su familia por la muerte de su tío y tres sobrinos en el reciente naufragio.

El dolor es angustiante, porque el cuerpo de uno de sus sobrinos - con quien creció - no aparece, así como tampoco aparece el Estado de Honduras ante la realidad que enfrenta el pueblo miskito, expresó en forma de reclamo con la mirada siempre sobre las aguas turbias de la laguna.

Miskitos en balsa

Cauquira es una comunidad miskita con salida al mar. Aquí se concentra la mayor cantidad de familias afectadas con la reciente tragedia. Jimmy dice que en cada casa de su aldea hay una historia de un buzo muerto o lisiado sin la mínima posibilidad de recuperase. No hay hospital ni centro de salud. Para que un buzo reciba atención médica debe viajar a Puerto lempira, y cada pasaje en lancha de motor cuesta 500 lempiras (20 dólares).

La familia del profesor se ha dedicado a la pesca artesanal y submarina siempre. Aunque tuvo la oportunidad de convertirse en maestro, confiesa que en muchas ocasiones ha dejado los libros y a sus alumnos abandonados para sumergirse al mar en busca de dinero, que le permita pagar la carrera de medicina de su hija mayor.

La última vez que se metió al mar, sintió más temor de lo normal. La estadística de buzos con lesión por el Síndrome de Descomprensión crece cada temporada de pesca. “Ya no es como antes. La langosta está escasa y el agua más oscura”, dijo explicando que ahora los buzos deben sumergirse hasta 160 pies de profundidad, para sacar lo suficiente que les permita comer.

Las oportunidades de emplearse de forma permanente en la Mosquitia son muy remotas. Sólo quienes trabajan con el gobierno gozan de ese privilegio. El resto – la mayoría- sobrevive con ingresos que están muy alegados del costo real de vida.

Personas en lancha camino a la mosquitia

El gran sueño de este maestro buzo es, ver a su hija convertida en doctora. Por eso arriesga su vida pescando. Como él hay cientos de historias de padres que arriesgan todo para intentar garantizar el estudio a sus hijos, para alejarlos del mar.

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